viernes, 28 de septiembre de 2007

Tiempos modernos, horarios antiguos.

Con ese título se ha publicado en Italiano, Francés e Inglés (pero por desgracia todavía no en Español) el libro de Pietro Basso, profesor de sociología de la Universidad de Venecia. Una obra paradojal en el mejor sentido del término, puesto que está a contramano de una de las ideas más corrientes, compartida por lo general tanto por el gran público cuanto por los círculos académicos.
La tesis central del libro es que, lejos de que los aumentos de productividad, de los cuales el capitalismo se vanagloria desde hace más de un siglo, hayan sido acompañados de una reducción continua e irreversible de la duración de la jornada de trabajo en la industria, sector clave de la economía capitalista, la tendencia ha sido, sobre todo desde fines del siglo XX, a aumentarla. En apoyo de esta tesis iconoclasta, Basso hace valer un conjunto de datos estadístcos tomados de las mejores fuentes.
Sucede ahora que el capitalismo busca combinar un aumento rampante de la duración de la jornada laboral con un aumento neto y constante de la intensidad del trabajo y de la productividad, si bien inferiores a aquellos obtenidos bajo el fordismo.
La aplicación de esta combinación ha sido óptima, bajo las condiciones de la deslocalización de los procesos productivos hacia filiales situadas en economías periféricas. de esta manera, aprovechando del desequilibrio de fuerzas en su favor, debido a la débil combatividad de los trabajadores locales, a la ausencia de organización sindical, y a regímenes autoritarios o dictatoriales, el capital logra frecuentemente imponer, a la vez, una duración de la jornada de trabajo digna del siglo XIX y una productividad caracterítica del comienzo del siglo XXI; en tanto que una creciente competencia entre los trabajadores del centro y de la periferia permite al capital imponer a los primeros las condiciones de trabajo que ya impuso a los segundos.
Curiosamente –hace notar Basso– esta prolongación de la jornada de trabajo es regularmente omitida y silenciada por todos los especialistas del tema laboral, quienes siguen pregonando que la reducción de dicha jornada es inevitable en el capitalismo. Estamos, sin embargo, cada vez más lejos de aquella ”sociedad post industrial” o de la “sociedad del ocio”, cuya buena nueva anunciaron los cánticos del capitalismo.
En la base de esto, Basso reencuentra una tesis marxista clásica: la razón de que esto ocurra es que todo aumento de la productividad del trabajo se logra al precio de un aumento de la composición orgánica del capital (de la parte del capital constante en proporción a la parte del capital variable: de la parte gastada en máquinas y materias primas en relación a la parte gastada en salarios), lo que disminuye la tasa de ganancia, a despecho de la plusvalía así obtenida. Ello empuja al capital a tratar de mantener su valorización mediante el aumento de la plusvalía absoluta, es decir, mediante el la prolongación de la jornada de trabajo.
El capitalismo parece encontrar así, por sí mismo, sus límites históricos, convirtiéndose cada vez más en el principal obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas y para que estas fuerzas obren en benefico de los trabajadores y de la sociedad en su conjunto.
Esta obra, que acabo de recibir en su edición en inglés, es la más sólida confirmación que el autor de este blog ha encontrado, hasta ahora, a las ideas expuestas en su libro “Manifiesto del siglo XXI”.

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